Los labios son uno de los tejidos más sensibles del cuerpo. Carecen de células protectoras, glándulas sudoríparas, grasa, melanina y queratina. Muy vulnerables a los efectos del sol, pierden humedad y se resecan con facilidad. Son muy propensos a sufrir infecciones.
Como son uno de los tejidos más sensibles del cuerpo, los receptores táctiles y la conexión con la corteza somatosensorial son muy profusos, mucho más que otras partes.
El control tan asombroso que tenemos de los labios, que nos permite besar, hablar o silbar, se debe precisamente a esas capas musculares, sencillas pero muy desarrolladas. Tanto, que han convertido una parte minúscula del rostro en una de las zonas más importantes de nuestra vida.
Fisiología de los labios
Los labios designan la parte externa de la boca. Son dos estructuras (una superior y otra inferior) conformadas por piel y músculo, que dan entrada a la cavidad oral.
Su estructura anatómica consiste principalmente en un núcleo de músculo esquelético recubierto por piel (epidermis, dermis e hipodermis) y constituida interiormente por una mucosa formada por un epitelio de revestimiento, una lámina propia y una submucosa.
Los labios se extienden desde el margen inferior de la nariz hasta la frontera superior del mentón.
El área rojiza recibe el nombre de rojo o bermellón de los labios, y debe su color característico a la abundancia de capilares sanguíneos bajo una capa de tejido epitelial transparente.
Un pliegue en la zona media de los labios conocido como frenillo labial une la zona interna de cada uno de ellos con la encía.
La piel de los labios está perfectamente adaptada para recibir ciertos estímulos y proteger al organismo. Como es más delgada, ricamente irrigada e inervada, percibe mejor la temperatura, el gusto y la textura de los alimentos.
La coloración rojiza proviene de los vasos sanguíneos subyacentes, motivo por el cual suelen sangrar tan fácilmente cuando se lesionan.
El movimiento y apertura de los labios están condicionados por una serie de músculos controlados por el nervio facial. El más importante de ellos es uno de forma circular, denominado orbicular, que trabaja coordinadamente con la compleja red muscular del rostro, mandíbulas y parte superior del cuello.
La función de los labios es facilitar la articulación y manipulación de los alimentos que llegan a la cavidad bucal, pero también participan de la vocalización, la expresión facial y la comunicación. Gracias a un esfínter polivalente pueden adoptar multitud de formas.
Anatomía de los labios
El inferior esta formado igualmente por el bermellón y la zona de piel limitada por la continuación de los surcos nasogenianos e, inferiormente, por el comienzo del mentón, en el surco mento-labial.
Topografía labial:
2) Columna del filtrum.
3) Surco del filtrum.
4) Arco de Cupido.
5) Línea blanca del labio superior.
6) Tubérculo central de la porción mucosa del labio superior.
7) Comisura labial derecha.
8) Labio inferior: porción mucosa o bermellón.
Músculos de los labios
Su músculo más importante es el orbicular de los labios (4), que cierra el esfínter oral y proporciona la competencia labial, fundamental para una correcta respiración nasal.
Los músculos elevadores del labio superior son: el elevador del labio superior (3), el cigomático mayor (1) y el cigomático menor (2).
Otros músculos que actúan en los labios son el triangular de los labios (8), el risorio (5) y el buccinador (6).
En el labio inferior, la elevación y protrusión de la parte central es producida por los músculos mentonianos (10), mientras que su descenso se debe a la acción de los músculos cuadrados del mentón (9), que nacen del borde inferior de la mandíbula.
La inervación motora de tan compleja arquitectura muscular es proporcionada por las ramas del VII par craneal o nervio facial, mientras que la inervación sensitiva corre a través de las ramas del nervio trigémino.
El drenaje linfático de los labios se dirige hacia las cadenas submaxilar y submentoniana.