Alteraciones como el melasma, más frecuente en el rostro femenino, podrían no ser sólo un problema de los melanocitos. De todos los componentes de la piel, los melanocitos son los que han acaparado hasta ahora todo el protagonismo en la investigación sobre los trastornos de pigmentación de la piel. Sin embargo, investigaciones recientes señalan que ellos no son los únicos ‘culpables’.
Alteraciones como el melasma, más frecuente en el rostro femenino, podrían no ser sólo un problema de los melanocitos. De todos los componentes de la piel, los melanocitos son los que han acaparado hasta ahora todo el protagonismo en la investigación sobre los trastornos de pigmentación de la piel. Sin embargo, investigaciones recientes señalan que ellos no son los únicos ‘culpables’.
El profesor Thierry Passeron, dermatólogo de la Universidad de Niza (Francia), explica a un grupo de periodistas europeos invitados por la compañía L’Oreal a su laboratorio Zviak Research Centre de París, que las últimas investigaciones muestran que problemas de pigmentación, como el melasma (unas manchas color café que aparecen con más frecuencia en algunas zonas del rostro, como el labio superior, las mejillas o la frente), no son sólo una cuestión de acumulación de melanocitos (las células que confieren su color a la piel). «Hemos observado que hay otros problemas histológicos y moleculares«, explica el especialista.
En estas instalaciones a las afueras de París trabajan desde hace años con pieles reconstituidas a partir de células humanas de la piel para observar qué ocurre en las capas más profundas de la piel cuando aparecen este tipo de manchas, como el lentigo (esas manchas parduzcas habituales en las manos de personas de cierta edad, causadas por una exposición crónica al sol).
«A nivel morfológico observamos no sólo un incremento de los melanocitos, sino una desorganización total de la estructura de las capas profundas de la piel», explica por su parte Françoise Bernerd, directora científica de L’Oreal para temas de pigmentación. Esos análisis muestran una serie de ondulaciones irregulares en la llamada unión dermoepidérmica que separa la dermis de la epidermis; mucho más deformada bajo las manchas que en las zonas adyacentes.
«La unión dermoepidérmica (también llamada lámina basal) está adquiriendo mucho protagonismo en el estudio de los problemas de pigmentación», confirma por su parte el doctor Diego del Ojo, dermatólogo del Hospital Puerta del Mar de Cádiz, sin vinculación con la compañía cosmética. «El problema es que los trastornos de pigmentación son muy diferentes entre sí en función de su morfología, no tiene nada que ver un melasma, con un lentigo que un nevus (lunar)», señala este docente de la Universidad de Cádiz.
En muchos de ellos eso sí, y coincide en ello con sus colegas franceses, juega un papel clave la exposición al sol. «En el melasma, desde luego, la fotoprotección es fundamental para que las manchas no se oscurezcan y para que no aparezcan más lesiones», señala el especialista de la Academia Española de Dermatología. «Es una señal de fotoenvejecimiento«, coincide con él el doctor Passeron; «y de hecho cada vez vemos a más varones en la consulta preocupados por la aparición de este tipo de manchas que se perciben como un signo de envejecimiento».
En los estudios realizados por los científicos de L’Oreal, presentados este año en congresos médicos como el de la Sociedad Europea de Investigación en Pigmentación y el de la Sociedad Asia-Australia de Dermatología, ASDR, (y pendientes de publicación en una revista científica), se han detectado nada menos que 529 genes alterados en las manchas de la piel, en comparación con otras zonas sin manchas.
«El análisis de estos genes sobreexpresados o silenciados, mostró que muchos de ellos están implicados en procesos como el estrés oxidativo, la inflamación o la homeostasis (el equilibrio de los tejidos)», prosigue Bernerd. Curiosamente, muy pocos de estos genes participan en la producción y regulación de los melanocitos. «Tal vez, los tratamientos contra los problemas de pigmentación que hemos utilizado hasta ahora han fallado porque estaban dirigidos precisamente a estas células», sugiere la investigadora francesa.
El doctor Del Ojo admite que el melasma es un problema ‘duro de roer’, «de origen desconocido todavía y, probablemente, multifactorial». Se sabe que afecta mayoritariamente a mujeres (sólo el 10% de estas ‘manchas de café’ aparecen en hombres, según las estadísticas presentadas por Passeron en París), que probablemente tiene un componente genético y en el que, sin duda, las hormonas juegan un papel fundamental. «La fotoprotección solar es la mejor protección», insiste el dermatólogo gaditano.
Los especialistas de la compañía cosmética son cautos a la hora de valorar si sus investigaciones en este terreno pueden tener aplicaciones médicas en otros trastornos de la piel, como el vitiligo (un trastorno también benigno pero caracterizado por una decoloración masiva de algunas zonas de la piel debido a la interrupción de producción de melanina). «Sí, probablemente tengamos que ajustar mejor el foco, tanto para tratamientos cosméticos como médicos», admite Passeron; aunque existen algunas cremas despigmentantes y exfoliantes (peeling), «necesitamos tratamientos de continuidad más eficaces».