La curiosa historia de Monsieur Levant, el peluquero más exclusivo en la Buenos Aires de 1785. Preocupados en el cuidado de la belleza de sus aristocráticas cabezas, muchos de sus clientes terminaron descuidando sus pertenencias…
La curiosa historia de Monsieur Levant, el peluquero más exclusivo en la Buenos Aires de 1785
A fines del Siglo VIII, un singular peluquero fue protagonista de una curiosa historia que alteró la coqueta vida de la aristocracia porteña. Preocupados en el cuidado de la belleza de sus cabezas, muchos de ellos terminaron descuidando sus pertenencias. Pero de ambas cosas, el que sí se ocupó fue Monsieur Levant. Llegado de Francia, era el peluquero mas exclusivo de aquella Buenos Aires de 1785.
Bajo el título «Peinó, robó y lo pescaron» (parafraseando la famosa película de Wody Allen «Robó, huyó y lo pescaron»), la historia fue rescatada por el periodistaDaniel Balmaceda y publicada por La Nación Blogs. A continuación, reproducimos la nota completa.
Peinó, robó y lo pescaron
Un suceso preocupó al virrey Loreto en 1785. De las casas de las principales familias de Buenos Aires desaparecían objetos de valor. Los hurtos eran constantes y podía deducirse que el ladrón vivía en la ciudad y conocía los secretos de los vecinos, ya que en la mayoría de los casos se dirigía directamente a su botín, sin violar ningún otro ambiente.
Las sospechas apuntaban a algunos oficiales. Pero también se puso el ojo en los esclavos y criados. Era habitual que un moreno robara para pagarse la libertad o la de un ser querido. Hubo más de veinte detenciones, pero las autoridades no daban con el autor de los robos.
El virrey dispuso que el capitán de dragones Manuel Cerrato se dedicara en forma exclusiva a resolver el caso del ladrón misterioso. Y lo resolvió. El hombre que había logrado preocupar a todos se llamaba Monsieur Levant y era el peluquero más exclusivo de Buenos Aires.
Llegado de Francia, aseguraba que provenía de una familia aristocrática que había entrado en decadencia económica. Levant era muy querido, no sólo por su capacidad con tijeras y peines, sino también porque conversaba sobre temas interesantes con sus clientes mientras se ocupaba de sus pelucas y cabezas. Incluso, para amenizar el tiempo de secado de pelo, solía deleitarlos con lecturas de libros que llevaba de su propia biblioteca. Sus pomadas y perfumes eran muy requeridos.
En aquel tiempo, los peluqueros sólo atendían en las casas, por lo tanto, Levant conocía las salas, los cuartos y, por supuesto, los secretos de las familias. En muchos casos, el francés oficiaba de Cupido: llevaba y traía cartas de novios.
Acorralado por Cerrato, Levant confesó, devolvió lo robado en varias casas y esperó el veredicto de la Justicia. Se discutió si había que deportarlo a Carmen de Patagones, a las Malvinas o a Cartagena, en España. Se optó por España. Antes de enviarlo lo pasearon en un burro, atadas sus manos, junto a un pregonero que anunciaba sus delitos.
Fuente: La Nación Blogs