Aunque con la piel bronceada parecen borrarse defectos y lucir una imagen sana y radiante, la exposición a los rayos solares y al aire libre del verano tiene sus consecuencias en otoño: la piel se reseca. Un tratamiento extra de higiene e hidratación permite recuperar su belleza y prevenir arrugas y manchas. Después de estar expuesta al sol durante los meses de verano, la piel se reseca. Un tratamiento extra de higiene e hidratación permite recuperar su belleza y prevenir arrugas y manchas.
Aunque con la piel bronceada parecen borrarse defectos y lucir una imagen más esbelta, radiante y sana, la exposición a los rayos solares y al aire libre del verano tiene sus consecuencias en otoño. Además, a ello se suman otros enemigos de la piel, como el cloro de las piscinas, el aire acondicionado, los cambios bruscos de temperatura e, incluso, la «depresión» postvacaciones.
Las principales consecuencias son la deshidratación y el envejecimiento de la piel del rostro. El cutis se ve reseco, sin brillo, flácido y con manchas. Es momento de limpiar a fondo, exfoliar y nutrir.
Limpieza e hidratación
En primer lugar, es necesario extremar la higiene, por lo cual es el momento ideal para hacer una limpieza en profundidad. Esto sirve para eliminar las impurezas y células muertas y recuperar la frescura y vitalidad perdidas con el bronceado. Aunque sin olvidar que el de la limpieza es un hábito que se debe practicar a diario.
También se debe intensificar la hidratación, que es una necesidad básica de la piel, más aún cuando tiene “sed” después de tanto sol y calor. El organismo necesita agua hasta tal punto que no se puede sobrevivir más de dos días sin ella. Por lo tanto, es necesario una crema que potencie la hidratación natural de la piel al tiempo que la refresque.
Microdermoabrasión o peeling
Las pieles especialmente dañadas necesitan un tratamiento más intenso que la limpieza de cutis: una exfoliación para afinar la piel engrosada por el sol. Por ejemplo, la microdermoabrasión, cuya potencia se ajusta a las necesidades de cada persona. También se puede recurrir a un peeling con ácidos o al empleo de productos que los contengan. Por ejemplo, ácido glicólico y retinoico, entre otros.
Estos refuerzan la acción de las cremas hidratantes y nutritivas y aceleran el proceso de reconstrucción de la piel. Sin embargo, es conveniente no abusar de ellos en los tratamientos a las más jóvenes. En esos casos es preferible utilizar productos de buena calidad pero menos agresivos.
Fotoenvejecimiento y arrugas
El fotoenvejecimiento o deterioro causado por los estragos del sol no es inmediato, sino acumulativo. Por ejemplo, la falta de protección y cuidados a los 20 años se puede traducir en una piel con manchas prematuras a los 30, y bien instaladas a los 40.
Cuando las manchas solares aún no son muy visibles, podemos aplicar una crema a base de sustancias despigmentantes, como el ácido kójico. Si ya no es suficiente para eliminarlas, el láser o un peeling químico pueden ser una opción.
Las arrugas causadas por la exposición solar son especialmente gruesas, como surcos en una piel apergaminada que progresivamente se cubre de manchas. Ocurre porque el sol va creando pequeñas cicatrices en la dermis que rompen el colágeno y otras fibras elásticas, formando los surcos.
Productos para prevenir la flacidez
Las pieles más maduras no sólo pierden agua, sino que sufren los efectos de la flacidez y presentan un aspecto mustio y falto de elasticidad.
En estos casos se necesitan cosméticos que actúen combatiendo la acción de los radicales libres para prevenir el envejecimiento prematuro. Por ejemplo, los formulados a base de vitaminas E y C, te verde, aceite de oliva o coenzima Q-10. Todos ellos aportan suavidad, flexibilidad y luminosidad.