Pero pese a que el sector está en plena expansión en todo el mundo gracias al interés por llevar una vida saludable y salvar el planeta, quedan algunos interrogantes respecto de la eficacia y de la veracidad de los cosméticos supuestamente libres de parabenos y sustancias sintéticas. La diferencia entre los términos natural, bio, ecológico, verde y orgánico. Según el Diccionario de la Real Academia Española la palabra natural se aplica, entre otros, a aquello “hecho con verdad, sin artificio, mezcla ni composición alguna”.
Con esa premisa la biotecnología ha permitido que muchos ingredientes de origen vegetal, marino o animal integren la fórmula de maquillajes, tratamientos faciales, artículos capilares e higiene personal hoy elaborados según procedimientos respetuosos del medio ambiente.
Así es como almendras, kiwis, pepinos, damascos, romero, quinina, algas, baba de caracol, uvas y otras tantas frutas, verduras y hierbas medicinales figuran en el envase de muchos productos exhibidos en las góndolas de farmacias y perfumerías.
Pero pese a que el sector está en plena expansión en todo el mundo gracias al interés por llevar una vida saludable y salvar el planeta, quedan algunos interrogantes respecto de la eficacia y de la veracidad de estos cosméticos supuestamente libres de parabenos y sustancias sintéticas.
Por lo pronto es confusa la diferencia que existe entre los términos natural, “bio”, “ecológico”, “verde” y “orgánico” que rezan en las promociones, e incluso el consumidor desconoce las exigencias legales que tiene cada una de estas denominaciones respecto de los componentes que figuran en las etiquetas, por lo que, entre otras consecuencias, a la hora de prescribir, los médicos no suelen considerarlas aun siendo materias primas inocuas.
“Los dermatólogos por lo general no tenemos informes, estudios y protocolos necesarios para avalarlos. Los visitadores médicos de estos laboratorios no llegan al consultorio, porque además son de venta libre”, explica Mónica Maiolino, miembro de la Sociedad Argentina de Dermatología.
“No sé si son malos, de hecho, hay productos naturales como el árnica en crema que recomendamos en caso de hematomas. Muchos cumplen con las normas del ANMAT, por lo que no se duda de su calidad. Pero la mayoría destaca como diferencial el cuidado del medio ambiente, la no manipulación de animales y el evitar los sintéticos; pero este último punto a veces hace difícil la correcta conservación y duración del producto, y es allí donde pueden resultar inadecuados para el médico. Además deben cumplir una función específica, por ello son considerados eficaces, como los productos cosmocéuticos. No obstante no sería adecuado inferir que los productos sintéticos son malos para el organismo, sólo se sabe que tienen más posibilidades de desarrollar alguna sensibilidad”, agrega.
De la materia prima al producto final
Desde el Chaco hasta la Patagonia, la amplitud del territorio argentino y su variedad de climas permite el cultivo de una gran variedad de especies autóctonas que abastecen a los laboratorios nacionales. Estos elaboran la materia prima que adquieren las empresas para fabricar el producto terminado. Sólo en un laboratorio local, por ejemplo, se elaboran 3.700 ingredientes de los cuales el 95% son naturales.
Pero desde la Asociación Argentina de Químicos Cosméticos aseguran que “el respeto por el contenido lo debe tener el elaborador, porque muchos dicen que usan materias primas naturales pero en realidad tienen un 1% de ese componente en su fórmula”, explica una vocera de la institución.
“No hay una entidad que regule las dosis, que diga cuánta cantidad de materia prima natural debe tener un producto para poder rotular, y ahí viene la trampa que hacen algunas empresas. De todas formas, se trata de productos con eficacia limitada. Actualmente en el mercado han surgido activos que aseguran una eficacia mayor. Vos podés elegir entre una crema hidratante con eficacia alta para cumplir una determinada función u optar por otra natural que dará resultados muy a largo plazo, pero esa elección tiene que ver con un estilo de vida”, agrega.
El cumplimento de las premisas
Los requerimientos que deben cumplir este tipo de cosméticos y los organismos de control varían. En Europa, por ejemplo, existen organismos privados que certifican el origen de las materias primas y los procesos de elaboración, entre ellos Ecocert (Francia), BDIH (Alemania), Soil Association (Reino Unido) y AIAB (Italia), también Cosmebio en Francia.
Según Ecocert, por ejemplo, un cosmético para considerarse natural debe incluir un mínimo del 50% de los ingredientes vegetales y procedentes de agricultura ecológica. El costo de elaborar un producto semejante es alto y necesariamente impacta en el precio final.
Decir la verdad
Para el ANMAT, encargado de controlar y habilitar establecimientos que elaboran e importan cosméticos para comercializarse en la Argentina, la ley es clara (puede consultarse en la Web).
“Los términos fórmula natural o cosmética natural se usan comúnmente en el mercado pero no son técnicamente correctos ya que suelen contener sustancias de origen sintético, tales como conservantes, filtros solares, siliconas, entre otras, mezcladas con otras de origen natural, por ejemplo, extractos vegetales. Según las normativas vigentes, un producto cosmético no debe declarar que es natural, siendo la mención correcta es que posee/contiene ingredientes de origen natural”, aseguran desde la oficina de prensa.
Expertos y productores consideran que se debería aprovechar el auge del sector para afinar los controles y evitar el fraude, pero mientras eso no suceda, al consumidor le resta proceder con responsabilidad: leer las etiquetas, respetar los vencimientos de un producto, comprar en lugares confiables y con el aval de algún laboratorio y recordar que el origen de un ingrediente no determina su seguridad ya que algunas plantas contienen sustancias que pueden ser tóxicas o alergénicas o pueden contener derivados del petróleo, prohibidos para su uso en productos cosméticos.