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Cómo decidir una cirugía estética

Gracias a los últimos avances en el mundo de la estética, hoy podemos prevenir, postergar y acompañar el normal envejecimiento del rostro con tratamientos mínimamente invasivos. Pero cuidado: cuando un paciente sufre de “negación a envejecer”, corre el riesgo de convertirse en un “cirujano-dependiente” y es ahí donde el médico interviniente debe saber cumplir su verdadero rol. El proceso de envejecimiento es inevitable, lo que sí está en nuestras manos, es la forma en la que vamos a acompañar dicho proceso. Una buena alimentación y una rutina de ejercicios ayudan al bienestar corporal, del mismo modo que el cuidado diario del cutis ayuda a mantener el rostro saludable.

Además de las rutinas y cuidados necesarios y gracias a los últimos avances en el mundo de la estética, hoy podemos prevenir, postergar y acompañar el normal envejecimiento del rostro con tratamientos mínimamente invasivos como la toxina botulínica para las arrugas de expresión y los rellenos de ácido hialurónico para las arrugas dinámicas y la reposición de volumen.

Pero cuidado: cuando un paciente sufre de “negación a envejecer”, corre el riesgo de convertirse en un “cirujano-dependiente” y es ahí donde el medico interviniente debe saber cumplir su verdadero rol.

Si bien es cierto que quien se plantea someterse a una cirugía estética tiene suficientes argumentos para explicar cuáles cree que serán los beneficios de tal intervención, los médicos tenemos que estar atentos y saber discernir sobre los verdaderos motivos que impulsan el deseo del paciente, ya que si notamos la presencia de algunos factores que -a mi criterio- son relevantes, debemos proponerle la posibilidad de revisar su decisión de operarse.

El resultado de caras inexpresivas o “clonadas”, está generalmente asociado a pacientes que buscan resultados imposibles de obtener, y a médicos que no saben decir NO. La indicación del tratamiento más idóneo y su posterior realización y seguimiento deben ser efectuados sin excepción por un profesional médico con experiencia y certificación.

Factores de alerta

Negación a envejecer: Una cosa es mejorar el aspecto de la piel, la apariencia y la calidad de vida, objetivos que podrían considerarse loables. Otra muy diferente es pretender que el tiempo se detenga. Por más que cambiemos el aspecto externo, el organismo sufre el desgaste natural del paso de los años. No aceptar esto implica cuestiones psicológicas que no deberían ser desatendidas.

Expectativas sobredimensionadas: Es sabido que una cirugía estética puede conseguir grandes cambios en pocas horas. También es cierto que quien los experimenta puede verse enormemente beneficiado por esos cambios. Aun así, la cirugía no obra milagros. Pretender que una modificación en nuestra apariencia nos cambie la vida es, definitivamente, alimentar falsas expectativas. Esperar conseguir con alguno de esos procedimientos el cuerpo o la cara de una celebrity, debería ser razón suficiente para replantearnos una cirugía, de la que seguramente saldremos decepcionados.

Motivación: Exponer el cuerpo a una intervención quirúrgica estética, debe ser una decisión meditada y sustentada en la propia convicción. Hacerse una operación para satisfacer únicamente los deseos de otros -sean éstos pareja, hijos, empleadores, etc.- pone en evidencia cuestiones psicológicas más profundas, que requieren de una consciente evaluación, ya que a diferencia de algunas relaciones, con nuestro cuerpo SI deberemos coexistir toda la vida.

Cirujano-dependiente: Aquellas personas que ya se practicaron varias cirugías, y aún siguen encontrando “imperfecciones” o nuevas situaciones que les gustaría modificar, corregir o “retocar”, pueden estar convirtiéndose en “adictos” al bisturí. Ser hipercrítico y no asumir el propio cuerpo llega a veces al extremo de la irracionalidad. La insatisfacción permanente es otra de las pautas que debe considerar el cirujano a la hora de decidir si indicar o no una operación.

Edad: Los cuestionamientos acerca de la posibilidad de practicarse una cirugía plástica comienzan muchas veces en la adolescencia. Muchos jóvenes se sienten incómodos por el tamaño de la nariz, de las mamas o de las orejas, lo que se suma a la inestabilidad emocional y la necesidad de aceptación propias de este período. Sin embargo, en gran cantidad de casos es posible que las proporciones se armonicen naturalmente a medida que vayan superando esa etapa de crecimiento desparejo, para ingresar en la juventud y adultez. En el otro extremo, a edades muy avanzadas, debe evaluarse la relación costo / beneficio de la operación, debido al incremento del riesgo quirúrgico.

Enfermedades crónicas y diversas patologías: Determinadas operaciones están contraindicadas en pacientes con enfermedades crónicas o patologías puntuales. Por ejemplo: trastornos en la alimentación, alteraciones de la coagulación, enfermedades sistémicas sin supervisión médica, predisposición a queloides, diabetes no controlada, alteraciones cardiovasculares no controladas, obesidad mórbida, colagenopatías, etc. Los estudios previos permitirán evaluar en muchos casos la viabilidad de la operación.

Conocer al profesional

Por último, es muy importante que los pacientes conozcan la competencia y los antecedentes del médico ya que no debería someterse a una cirugía estética si ésta no es practicada por un Cirujano Plástico (la especialidad de “cirujano estético” no existe como tal). Debe estar matriculado y preferentemente ser miembro de la Sociedad de Cirugía Plástica del lugar donde ejerce su profesión.

Además, el cirujano debe inspirar confianza y compartir con el paciente toda la información acerca de la operación sobre la que se está consultando. Cualquier operación puede traer complicaciones, y un buen profesional debe poner al paciente al tanto de todos los riesgos posibles. Un especialista que promete resultados milagrosos sin eventualidades no es de fiar. De ser posible, es útil constatar referencias de antiguos pacientes.

Tampoco deberían practicarse intervenciones quirúrgicas en ámbitos que no cumplan con todos los requisitos sanitarios, de asepsia, o que no posea los recursos técnicos necesarios en el caso de una eventual complicación.

Se debe indagar acerca de dónde se realizará la operación, y si el lugar está habilitado para tales fines. La clínica tiene que estar autorizada por el Ministerio de Salud Pública de la Nación. Debe contar con un quirófano con flujo laminar purificado y una sala de terapia intermedia para el posoperatorio, con alarmas de urgencia por si sucede algo, oxígeno con aspiración central y un control cardioscópico para monitorear el funcionamiento del corazón.

Recurrir a instituciones que no cuenten con el equipamiento necesario es resignar seguridad y poner en juego la salud.

El Dr. Sergio Korzín es cirujano plástico y miembro de la Sociedad Argentina de Cirugía Plástica Estética y Reparadora y de la Sociedad de Cirugía Plástica de Buenos Aires.