El sistema miofascial esta integrado por la unión entre el músculo y la fascia, el tejido que lo recubre, le da forma, protección y cumple importantes funciones en algunos procesos bioquímicos como el bombeo circulatorio y linfático. A través del tiempo el ser humano ha experimentado dolencias provenientes de su sistema muscular y esquelético que afectan la óptima función de estructuras corporales como articulaciones, músculos y tendones causando molestias severas que afectan su calidad de vida en general.
Sin embargo, muchas veces el dolor tiene otro componente importante originado en la disfunción del sistema miofascial, integrado por la unión entre el músculo y la fascia.
Fascia, envejecimiento y contorno corporal
La fascia es el tejido que recubre y envuelve al músculo, le da forma y le brinda soporte y protección.
Pero, además, también cumple funciones importantes en algunos procesos bioquímicos, preservación de la temperatura corporal, en el proceso de cicatrización de heridas, bombeo circulatorio y linfático.
La fascia superficial es la que se encuentra adherida a la piel y atrapa la grasa superficial.
Por ende, se considera que este tejido está directamente relacionado con algunos efectos del envejecimiento, pudiendo explicar la presencia y el desarrollo de las deformidades del contorno corporal y establecer bases para su corrección.
Al estar relacionada a la piel y al tejido adiposo subcutáneo, la fascia también controla la elasticidad y la movilidad de los mismos, ya que por diversas causas es frecuente la formación de adherencias que dan origen a síntomas dolorosos e irritantes.
Contracción muscular y sistema miofascial
Los músculos, se sabe, son los encargados de la movilidad de nuestro cuerpo. Para esto es necesario que exista una contracción muscular efectiva. Es decir que cada contracción muscular va a provocar la movilidad del sistema miofascial.
Por lo tanto, de existir una restricción o adherencia en el sistema, la movilidad no va ser la adecuada.
La consecuencia es una serie de eventos negativos en el cuerpo: malas posturas, movimientos inadecuados que pueden causar lesiones a corto y a largo plazo, problemas articulares y, en los casos crónicos, disminución de los movimientos en general, atrofia muscular y pérdida de la sensibilidad, entre otros.
Si bien los síntomas que se experimentan pueden variar según cada caso, los más habituales son dolor sordo y difuso de difícil ubicación y localización, trastornos del sueño nocturno debido a molestias difusas, fatiga durante el día, cierto grado de dolor y rigidez al despertar e, incluso, manifestación de síntomas alérgicos.
Causas y tratamientos
Se pueden enumerar múltiples causas, entre ellas el estrés muscular por exceso de ejercicio físico (deportivo o profesional), actividades repetitivas que provocan dolores musculares o articulares y malos hábitos posturales en las distintas actividades de la vida cotidiana (ya sea en lo laboral y recreativo como en el descanso, fundamentalmente a la hora de dormir).
Para el tratamiento de este padecimiento es recomendable aplicar algunas medidas que ayuden a mejorar la condición. Por ejemplo, existen métodos de ejercicio que responden muy bien a la prevención de estos síntomas, tales como yoga y Pilates.
Es recomendable, además de mantener una buena rutina de ejercicios de estiramiento y una adecuada hidratación, buscar la ayuda profesional de un fisioterapeuta.