Aunque las pieles parecen ser semejantes desde el punto de vista anatómico, funcional y bioquímico, existen variaciones entre las mismas que necesariamente se debe tener en cuenta en la formulación de productos dermatocosméticos. La piel adulta puede ser clasificada de acuerdo a la predisposición individual a determinadas enfermedades. Aunque las pieles parecen ser semejantes desde el punto de vista anatómico, funcional y bioquímico, existen variaciones entre las mismas que necesariamente se debe tener en cuenta en la formulación de productos dermatocosméticos.
El pH de la piel del bebé, que a los pocos días de nacer es de 5.5, actúa como defensa natural contra bacterias y es la llamada piel eudérmica.
Generalmente, nace con un tipo de acné llamado acné neonatorum, ya que las glándulas sebáceas se forman entre la 8° y 9° semana de gestación e inmediatamente comienzan a funcionar.
En el adulto, el pH de la piel tiende a subir.
Al llegar a la pubertad es cuando puede alcanzar su mayor valor y llegamos a tener, así, una piel seborreica por el aumento de secresión de las glándulas sebáceas.
Este hecho disminuye la defensa natural contra bacterias que brinda un medio ácido y aparecen impurezas en la piel.
Así, es el bebé quien tiene un equilibrio justo entre glándulas sebáceas y sudoríparas y una piel de pH 5.5.
Al llegar a la adultez ya estamos lejos de tener una piel eudérmica, pero es la piel a la que deberíamos llegar con un tratamiento dermocosmético.
Desde el punto de vista cosmetológico, la piel de los individuos adultos puede ser clasificada de acuerdo a la predisposición individual a determinadas enfermedades.
Piel sensible
Constitucionalmente pálida, tiende a enrojecerse, especialmente con el envejecimiento.
No se broncea fácilmente al exponerse al sol, pero adquiere coloración eritematosa por insuficiencia de defensa melánica.
Sufre considerablemente con las variaciones ambientales y es muy sensible a la acción de tensioactivos (detergentes) como los contenidos en los productos de higiene de la piel, que les produce sensación de estiramiento y sequedad.
Piel grasa o seborreica
En general es gruesa, brillosa y presenta notable turgencia.
Las glándulas sebáceas se presentan dilatadas por la presencia de comedones.
Con frecuencia presenta erupciones purulentas.
Soporta fácilmente las variaciones de las condiciones atmosféricas y la aplicación de detergentes y solventes como los tónicos.
Piel seca
En general se presenta deshidratada, áspera, poco elástica, con alteraciones en la coloración.
Se observan los orificios sebáceos dilatados, la piel surcada y con arrugas.
Este tipo de piel es altamente irritable y no soporta tensioactivos.
Generalmente se observa en personas mayores de 60 años por la disminución en la funcionalidad de las glándulas sebáceas.
En las mujeres además, la caída del nivel de estrógenos en la menopausia contribuye a aumentar la sequedad.