Neurocosmética: piel y emociones
Sabemos que la piel traduce nuestras emociones y es sensible al estrés, ya que recibe estímulos externos del ambiente y emocionales a través de sus terminaciones nerviosas,
Y todo eso lo procesa íntegramente a través del sistema neuro-inmuno-cutáneo-endócrino (NICE) para mantener la homeostasis entre el ambiente externo y los tejidos internos,
Ante situaciones de estrés, secreta cortisol y otros mediadores inflamatorios que afectan su capacidad homeostática e integridad, promoviendo, junto con la producción de radicales libres, un envejecimiento prematuro de la piel.
A nivel de la epidermis:
– Se altera la barrera cutánea y el microbioma.
– Aumenta la liberación de la hormona estimulante del melanocito y aparecen manchas.
– Se enlentece la regeneración y la cicatrización de heridas.
Y a nivel de la dermis:
– Aumentan las metaloproteinasas y disminuye la actividad de los fibroblastos, apareciendo arrugas y deshidratación.
Medidores de felicidad
Al mismo tiempo, las situaciones agradables que vivimos estimulan la producción de endorfinas en el cerebro que nos hacen sentir mejor.
La piel también es capaz de segregar mediadores de felicidad: las endorfinas (neurotransmisores), que estimulan la actividad de los queratinocitos y activan a los fibroblastos.
Fuente: Siluma
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