El fumar, además de provocar una piel opaca y con manchas, disminuye la capacidad de estiramiento y recuperación de ese órgano. El tabaco hace que disminuya la circulación sanguínea en todos los tejidos, de ahí que la elasticidad de la piel se vea afectada.
El fumar, además de provocar una piel opaca y con manchas, disminuye la capacidad de estiramiento y recuperación de ese órgano.
El tabaco hace que disminuya la circulación sanguínea en todos los tejidos, de ahí que la elasticidad de la piel se vea afectada.
Este hábito también daña las funciones que revierten los efectos secundarios causados por la exposición solar, dejando el paso libre a la aparición de manchas.
Una vez que la piel se encuentra bajo este panorama, en el caso del rostro y como consecuencia de su movimiento habitual, los músculos faciales se harán más visibles provocando la aparición líneas de expresión, como las que se forman de manera vertical junto a los labios, más frecuentes en fumadores que en los que no lo son.
Esta disminución de vascularidad también llega a repercutir en los procesos de nutrición e hidratación hacia la piel dejándola visiblemente afectada, tales como la generación de colágeno o elastina (dependiendo de la edad cronológica o la formación genética del paciente).
Durante la menopausia es común que se padezcan alteraciones de hidratación y lubricación en la piel, esas condiciones, sumadas a las lesiones provocadas por el tabaco, hacen que mujeres en edad madura se vean más afectadas que los hombres.