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La importancia de la química cosmética

Esta materia que engloba gran parte de la cosmetología, es fundamental para conocer exactamente cómo funcionan los cosméticos que utilizamos. La cosmiatría comprende la atención cosmética integral de la piel sana o enferma, en íntima colaboración con el dermatólogo. De ahí que el lenguaje de la cosmetóloga, técnico y profesional, debe ser del más alto nivel.
Es indudablemente cierto que el uso masificado de cosméticos se ha generalizado en el actual siglo. De un concepto netamente decorativo, han pasado a constituirse en elementos de primera necesidad y, cada vez es mayor el número de personas que se han convencido de que el cuidarse adecuada e integralmente la piel, el órgano vivo y vital más extenso y, principalmente, más expuesto del cuerpo humano, es un hecho que reporta grandes beneficios.

El órgano piel, tan complejo y completo, que debe cumplir con importantes y delicadas misiones dentro del esquema metabólico integral del organismo, es muy agradecido y las acciones de limpieza, tonificación, conservación y nutrición ya van siendo cada vez más comunes y dentro de la rutina de la atención integral del cuerpo. Ellos son instrumento esencial para mantener la eudermia o normalidad del órgano cutáneo.

Y eso lo saben muy bien los químicos cosméticos que desarrollan, adaptan y formulan productos de la más alta calidad, las cosmetólogas o esteticistas que poseen cada vez un mayor conocimiento de las características biológicas de la piel, y los médicos, que por fin van entendiendo que la complementación médico-cosmetóloga, lejos de crear problemas, inquietudes o suspicacias, es cada vez más útil y necesaria.

La cosmetología tiende, con gran fuerza, a ser un complemento fundamental y ayuda en sus tratamientos al dermatólogo. Nace la cosmiatría que, según Viglioglia y Rubín -y en ello acordamos plenamente- es la ciencia que comprende la atención cosmética integral de la piel sana o enferma, en íntima colaboración con el dermatólogo. De ahí que el lenguaje de la cosmetóloga, técnico y profesional, debe ser del más alto nivel y de tal expresión que sea perfectamente interpretado por todos los profesionales de la salud.

Es necesario establecer los límites de atención de la cosmetóloga y del dermatólogo. Sin embargo, no hay límites precisos, siempre queda una «tierra de nadie» y será, entonces, la cosmetóloga, a quien generalmente llega primero el paciente, y basado en sus conocimientos profundos y constante estudio, quien deberá saber derivar dicha paciente al especialista médico. Se debe formar un verdadero equipo de trabajo, contando siempre, además, con el apoyo del químico cosmético, que aporta todos los conocimientos especializados en crear, desarrollar y formular productos cosméticos de calidad superior.

El dermatólogo, por ejemplo, no tiene tiempo material para hacer higienizaciones profundas de la piel que, siendo tan necesarias en estas situaciones, exigen mucho tiempo y dedicación. ¿Cuántas veces se le pregunta al médico: «Doctor, cuándo podré hacerme una limpieza de cutis?». Es entonces el mismo profesional el que deriva o devuelve su paciente a manos de la cosmetóloga para que su tratamiento a nivel sistémico sea complementado con el externo, obteniendo, de esta manera, la máxima eficiencia con efectivos y valiosos resultados.

Es importantísimo que el dermatólogo recomiende las higienizaciones y, además, maniobras en gabinete o cabina cosmetológica a modo de control y como terapia coadyuvante, para que las lesiones o alteraciones iniciales no lleguen a tener un carácter clínico o patológico. Ojalá -en caso de seborrea, por ejemplo-, se transformen en una alteración mucho más notoria e importante, estéticamente hablando.

Afortunadamente, es cada día mayor el número de médicos y hospitales que cuentan con servicios de cosmiatría y con el trabajo mancomunado y eficiente de ayuda y apoyo de la cosmetóloga. Son etapas que se van quemando y llegará a mediano plazo el momento en que la cosmiatra será poco menos que indispensable.