El descubrimiento de su uso estético fue accidental. En 1987, mientras la doctora Jean Carruthers solucionaba la contracción del párpado de una paciente, notó que también desaparecían las arrugas del entrecejo y las patas de gallo. La toxina botulínica es una sustancia generada por una bacteria, llamada Clostridium Boltulinum, que actúa paralizando los músculos en los que se inyecta, de tal manera que su uso consigue eliminar las arrugas de diferentes zonas de la cara.
Es un producto muy purificado y que se administra en dosis muy pequeñas, por lo que su uso es bastante seguro en las dosis indicadas. Se presenta en diferentes tipos de preparados farmacéuticos, que se comercializan con diferentes nombres.
Los comienzos de la toxina botulínica para uso médico se remontan a los inicios de los años 70, donde prestaba un excelente servicio en oftalmología.
Alan Scott, un oftalmólogo de Smith-Kettlewell Eye Research Foundation de San Francisco, Estados Unidos, fue el primero que usó dosis de la toxina botulínica para curar el estrabismo, aportando a esta rama de la medicina una estupenda alternativa que implicaba menor riesgo que la intervención quirúrgica.
Alan Scott creó la compañía Oculinum Inc. para realizar pruebas en humanos y, en 1988, la empresa Allergan Inc. compra los derechos para distribuir la toxina botulínica de tipo A.
Luego, en el año 1989 Oculinum Inc. consigue la autorización de la Food and Drugs Administration (FDA) para comercializar la toxina para tratar el estrabismo y el blefaroespasmo (movimiento localizado que afecta a los párpados) asociado con la distonía.
Tras este avance, Allergan adquiere Oculinim y, tras el visto bueno de la FDA, cambia el nombre de la toxina a botox, abreviatura de Botuline Toxine.
Poco a poco el botox fue empleado para tratar diversas patologías. En 1990, se empieza a usar como tratamiento para aliviar la tortícolis espasmódica. En el año 2000, con una variante de la toxina tipo B, se aprueba como tratamiento de la distonía cervical, un año después, se comienza a emplear el botox para tratar la excesiva sudoración o hiperhidrosis en Reino Unido. Hasta el 2004 no se extenderá la aprobación de este uso a otros países de Europa.
Uso cosmetico
El uso cosmético del botox es aprobado en 2002 por la FDA, con el nombre comercial de Botox Cosmetic. Y en 2004 consigue la aprobación para tratar la hiperhidrosis axilar severa primaria.
Pero el descubrimiento del uso estético de la toxina fue anterior. Y fue consecuencia de un hecho absolutamente accidental.
Sucedió en 1987, mientras la doctora Jean Carruthers estaba tratando a una paciente que sufría blefaroespasmo con la toxina botulínica tipo A.
Carruthers notó, entonces, que, al mismo tiempo que solucionaba la contracción del párpado, desaparecían las arrugas del entrecejo y la patas de gallo. Sorprendentemente, la paciente presentaba un aspecto mucho más joven.
Viendo los resultados, Jean Carruthers y su marido, cirujano estético Alastair Carruthers, iniciaron una investigación con 30 pacientes que duró 3 años y que, luego, utilizaron para presentar ante la Academia Americana de Dermatología.
Así, ese trabajo se convirtió en el primer estudio de seguridad sobre la utilización cosmética de la toxina botulínica a nivel mundial.
Doctores Jean y Alastair Carruthers.
A partir de entonces, el uso de la toxina botulínica se ha extendido con gran éxito por más de 70 países. Especialmente porque, además, fue recibiendo el aval de numerosos informes científicos que comprobaron sus resultados, su seguridad y sus beneficios comparado con otros tratamientos.
Tanto fue el éxito de la toxina botulínica que, por ejemplo, en los Estados Unidos su aplicación llegó a superar tanto al láser como al lifting y los rellenos.
Sin embargo, y aunque se trate de un tratamiento relativamente sencillo y ambulatorio, debe ser realizado por médicos específicamente entrenados en este procedimiento, y que posean un profundo conocimiento de la anatomía humana, de los instrumentos a utilizar y de las dosis requeridas en cada caso.