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Maquillaje: un encuentro en intimidad

Por Marisa del Dago / Cuando tengo que maquillar a una mujer, lo primero que hago es preguntarle cómo le gusta el maquillaje. De esto pueden dar cuenta tantas clientas que han pasado por mis manos. Cuando tengo que maquillar a una mujer, lo primero que hago es preguntarle cómo le gusta el maquillaje. De esto pueden dar cuenta tantas clientas que han pasado por mis manos. A veces me contestan que no suelen maquillarse o que si lo hacen lo hacen mal, entonces inmediatamente la pregunta siguiente es: cómo te gustaría verte?

Aquí esta el punto que hoy quiero exponer: el cómo debe ser un maquillaje finalmente, en función del deseo de la cliente y de lo que realmente necesita. 

Muchas veces me encuentro con mujeres que no saben muy bien que quieren, o que no han encontrado su estilo porque, o están mal asesoradas o porque sus referentes estéticos quizás no sean los que más la benefician. 

A mis alumnas o colegas les sugiero que desde un principio escuchen a las clientas. Eso les dará suma tranquilidad tanto a la clienta como a la maquilladora. 

¿Qué significa escuchar a la clienta? Significa tratar de comprender cómo quiere verse o que estilo prefiere. También en la escucha surgirá cuales son “sus” colores (si bien hay teorías que determinan que hay colores ideales para cada estilo de mujer, yo prefiero pensar que todos los colores son vías para embellecer, sin imponerme leyes ni dictámenes). Quizás la clienta no lo sepa con exactitud, pero sondeando acerca de ello con respecto a la vestimenta surgirá seguramente su gusto por una u otra gama. 

También en ese diálogo seguramente surgirán cuestiones quizás de otro orden, por ejemplo si esta persona tiene algún complejo o si se avergüenza por alguna característica de su rostro. Suele suceder que sienten vergüenza por sus características de piel (arrugas, acné, vitiligo, manchas marrones, rosáceas, etc) que pueden en muchos casos tratarse con una cosmetóloga, o bien disimularse con el maquillaje. Si no dimos el espacio para que lo diga o lo exprese, mal podremos solucionar ese tema, que quizás halla sido el motivo primordial por el que buscó nuestros servicios. 

El maquillaje, en algunos de estos casos puede ser una herramienta paliativa para sobrellevar una vida mejor. Es el caso de personas que tienen algún estigma en su rostro que le impiden desarrollar una vida en plenitud. Para esos caso la cosmética ha desarrollado bases de maquillaje hiperpigmentadas lo suficientemente cubritivas como para ocultar perfectamente ese problema. En otros casos será a través de diseño y de nuestra orientación como lograremos embeceller un rostro. 

No siempre es un problema de piel, a veces podemos encontrarnos con señoras que deben utilizar anteojos con muchísimo aumento y no saben cómo maquillar sus ojos. Por supuesto la/el maquillador deberá maquillar los ojos sabiendo perfectamente cómo influyen los distintos lentes –cóncavo o convexo- en la imagen del ojo detrás del lente, ante el espectador.

Otras veces , puede ocurrir que el problema sea que por haber padecido cierta afección en alguna parte de su rostro se halla desencuadrado o perdido equilibrio y proporcionalidad (parálisis faciales, operaciones)

Creo que el maquillaje es sumamente rico y profundo cuando se lo sabe utilizar bien y cuando el maquillador o maquilladora está capacitado para re-diseñar sobre un rostro que no es perfecto ni lozano. 

Maquillar a una belleza perfecta, es fácil. Lo inquietante es maquillar rostros que tengan la belleza oprimida, oculta, avergonzada. La belleza siempre está. Y no obedece cánones de moda o tendencias. La belleza está al alcance de los pinceles de un buen maquillador. La belleza recurre a la magia. La magia tiene trucos. Los trucos se aprenden. La belleza es poder descubrir ojos enormes detrás de unas gafas oscuras. Es poder resaltar labios que nunca se maquillan, o dar lozanía a una piel que manifiesta el paso de la vida. 

Los maquilladores podemos dar alegría y autoestima. Y les puedo asegurar que es un efecto de ida y vuelta. Cuando podemos conectarnos con la cliente y escuchar sus pedido y sus necesidades y, luego de una hora de trabajar con su piel y con sus rasgos, vemos que “se reconoce bella”, entonces el placer es mutuo y nos ha brindado a amabas (clienta y maquilladora) un momento de encuentro entre la labiales, sombras y rubores. 

Escribe: Marisa del Dago. Maquilladora Profesional. Caracterizadora I.S.A. Teatro Colón, Buenos Aires, Argentina.
E-mail: marisadeldago@hotmail.com